Una Ley contra la Desmemoria Democrática

por Abel Marín

Hace unos meses, conversando con las hijas veinteañeras de un buen amigo les pregunté si sabían algo de ETA. 

Sus respuestas eran bastantes breves, carentes de toda gravedad y sin sentimiento de dolor, tampoco de aprobación ni de justificación. Les daba igual aunque se las veía apuradas por su desconocimiento. Era un tema intrascendente para ellas.  

Por supuesto, ni idea de quién fue Miguel Ángel Blanco, ni Ortega Lara, mucho menos cualquiera otras las víctimas.

Estos días se rememora el 25 aniversario de la liberación de Ortega Lara y del asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Para mi y para mucha gente, aquello supuso un antes y un después, lo que queda es el sentimiento de dolor y la indignación, para los menores de 40 años son cosas de hemeroteca, o ni siquiera de ello. 

Aquello fue tremendo, muy triste, gravísimo.

Entonces yo tenía 24 años, Pablo M. Iglesias, tenía 19, su pareja Irene Montero 9 años, Echenique tenía también 19 años y hacía sólo 7 años vivía aún en Argentina, unos críos.

Diez años antes cesó la actividad de los GAL.

Como abogado me parece igual o más grave, pues la violencia venía del Estado Democrático, empezó cuando nuestra Constitución aún no cumplía ni 8 años de vida, ante la impotencia de la escalada violenta de ETA, se optó por la peor solución. Saltarse la ley y usar la tortura. Lasa y Zabala, y otros, deben también permanecer en nuestra memoria. 

De eso recuerdo los procesos judiciales. Me parece muy grave, espeluznante, pero no albergo el sentimiento directo de haberlo vivido y sufrido de adulto de forma coetánea.

Es importante conocer la historia, pero más importante es interpretar el presente.

No estamos exentos de futuros riesgos de guerras ni enfrentamientos sociales, la palabra, la concordia, el diálogo deben alejar a violencia.

Y veo mucha agresividad verbal. Mientras tanto la Historia pierde relevancia en nuestro sistema educativo, mala cosa.

La Ley de Memoria democrática paradójicamente no trata de nuestro periodo democrático más largo y próspero, que también conviene recordar que tuvo sus riesgos (Golpe de Estado del 23F), sino de lo que sucedió en ausencia de democracia (ver art. 1.2 de la Ley. En BOE), es decir, durante el Franquismo, ni siquiera sobre los turbulentos y violentos años de la República, que no fueron precisamente un edén de libertad.

Una oportunidad perdida para comportarnos como un pueblo maduro, que convive, que perdona porque es un pueblo culto que sabe interpretar la Historia y no le gusta que le cuenten historias.

Soy un ingenuo, la intencionalidad fue totalmente ideológica, para volver disfrazarla de democrática.

Quizás sería conveniente otra Ley contra la Desmemoria Democrática, una que nos recordara que aún están entre nosotros las víctimas y sus verdugos, en muchos casos siendo vecinos, y recibiendo homenajes, unos como mártires otros como soldados de una causa (gudaris).

Siempre al lado de la Justicia, reparación de todas las víctimas.

Imagen de Racool_studio en Freepik

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