El paso del tiempo es una de las pocas certezas que tenemos. Y sin embargo, a pesar de su evidencia, seguimos resistiéndonos a aceptarlo. Quizás sea porque nos aterra enfrentarnos a lo que implica: la conciencia de que somos mortales. Esa autoconsciencia, que nos distingue como especie, es al mismo tiempo nuestro don más maravilloso y nuestra condena más cruel. Porque si algo nos define como seres humanos, es la capacidad de reflexionar sobre nuestra existencia, sobre el porqué y el para qué de nuestra vida.
– Dime ¿por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y cuando no sabe se hunde?
– El miedo pesa, hijo.
Y yo me pregunto: ¿miedo a ser feliz?
Y también me respondo: no, miedo al que dirán, a fracaso y a los mil males imaginarios que cada cual tiene.
Lo paradójico es que, al mirar a nuestro alrededor, parece que esa autoconsciencia no está igualmente repartida. Hay quienes viven al margen de estas preguntas fundamentales, atrapados en un ciclo interminable de rutinas y distracciones. Peor aún, muchos ni siquiera parecen conscientes de formar parte de algo más grande: la Humanidad. Somos habitantes temporales de un pequeño oasis en el vasto y frío universo, pero actuamos como si fuéramos eternos y como si nuestro planeta fuera un recurso infinito.
Las preguntas que importan
Ser conscientes del paso del tiempo debería impulsarnos a formularnos tres preguntas fundamentales:
- ¿Qué he venido a hacer en este mundo?
- ¿Lo estoy haciendo?
- ¿Hasta cuándo voy a postergar mis sueños?
Estas preguntas, tan simples en apariencia, son las que realmente importan. Porque el tiempo no espera. Vivimos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo, posponiendo lo que de verdad nos llena, aplazando nuestras pasiones, nuestros anhelos y nuestra verdadera esencia. Y sin embargo, la única certeza es que el tiempo es finito.
¿Estás en tu lugar?
Es probable que hayas encontrado un lugar en el que encajas, un sitio donde se te da bien lo que haces. Quizás eres un médico competente y haces bien tu trabajo, pero en el fondo, ¿no hubieras sido más feliz siendo profesor? O tal vez eres contable, de los buenos, pero siempre has sentido que tu verdadera vocación era cuidar de las personas, acompañarlas en sus momentos más vulnerables.
La pregunta es inevitable: ¿cuánto tiempo más vas a esperar para explorar tu verdadera pasión? Porque el talento y la pasión están conectados; aquello para lo que naciste es también lo que más te llena. Pero el tiempo, implacable, sigue avanzando mientras tú te conformas con un lugar que no es del todo tuyo.
El arrepentimiento al final del camino
Aquellos que acompañan a los moribundos en hospitales lo cuentan una y otra vez: al final de la vida, los mayores arrepentimientos no son por lo que hicieron, sino por lo que no se atrevieron a hacer. Por los sueños que postergaron. Por las pasiones que ignoraron. Por las oportunidades que dejaron pasar.
Y aquí estás tú, leyendo estas líneas. Quizás has sentido esa punzada de inquietud, ese cosquilleo que te recuerda que hay algo más, algo que siempre has querido hacer, pero que por miedo, por comodidad o por simple inercia, has dejado de lado.
El tiempo es ahora
Hoy, más que nunca, es el momento de actuar. Porque lo único peor que fracasar es no intentarlo. Y porque esa vida auténtica, esa que realmente es tuya, está esperando que la tomes.
Además, y quizás lo más importante: no nos impidas al resto conocer tu mejor versión, tu mejor contribución.
Atrévete a ser tú, no vayas a creer que los demás estamos pendientes de tí, no tienes nada que perder y mucho que ganar: el sentido de la vida que tuviste.
Por eso escribo en este blog, sin importarme mucho cuántos lo leen y si les gusta o les disgusta, y trabajo donde encajo y ayudo (Cómo me gano la vida), publico y divulgo lo que sé (Libro Protege tu Herencia) y disfruto mi pasión intentando mejorar el mundo y a nosotros, los mundanos con: (Libro Tragando Sapos)