¿Qué Derecho es éste? Reflexionando sobre la justicia fiscal en España

por Abel Marín

Hace dos días, una clienta de Barcelona me preguntó algo que no es fácil de responder. Había heredado de su madre, y la factura del impuesto de sucesiones ascendió a 45.000 euros. Cuando le expliqué que en otras comunidades autónomas esa misma herencia podría haber pagado 300 euros o incluso nada, no pudo evitar preguntarme:

¿Cómo puede ser esto?

¿Qué debería responderle? ¿Que son cosas del destino, de la vida, o de la democracia en la que vivimos? No. La respuesta es mucho más compleja y, a la vez, mucho más simple: depende de las leyes, y de quién las hace.

Las leyes no son actos divinos, tienen autores

Como abogado, mi trabajo no solo consiste en liquidar impuestos o asesorar en trámites legales. Mi labor incluye explicar el porqué de las normas, las decisiones políticas detrás de ellas y cómo estas impactan en la vida de las personas. Las leyes no caen del cielo ni son actos divinos. Son el resultado de decisiones humanas, tomadas por los representantes que elegimos para que legislen en nuestro nombre.

En España, la disparidad en el impuesto de sucesiones entre comunidades autónomas no es casual. Es el reflejo de un modelo descentralizado donde cada gobierno autonómico o regional tiene competencias para regular este tributo. Lo que en teoría debería ser una herramienta para adaptar los impuestos a las necesidades locales, en la práctica se traduce en una desigualdad que contradice el principio de justicia tributaria.

La indignación es legítima, pero ¿es suficiente?

Cuando mi clienta vio la cifra de 45.000 euros, su primera reacción fue exclamar: “¡No hay derecho!”

Y tiene razón. Pero la indignación no basta. Hay que ir más allá y preguntarse:

  • ¿Quién diseña estas leyes?
  • ¿Por qué existen diferencias tan marcadas entre comunidades?
  • ¿Cómo afectan estas decisiones al bienestar de los ciudadanos y a la cohesión del país?

Estas preguntas no son abstractas. La desigualdad fiscal que permite estas diferencias en el impuesto de sucesiones no solo genera frustración en las personas que deben enfrentarse a cifras desorbitadas; también mina la confianza en el sistema. Porque, al final, el Derecho, para ser legítimo, debe ser entendido como justo por quienes lo obedecen.

El derecho no es neutral, refleja intenciones

El derecho no es una ciencia pura ni una construcción abstracta. Es el resultado de un conjunto de decisiones políticas y económicas. Cuando alguien exclama “¡no hay derecho!”, lo que realmente está diciendo es: “Esto no es justo.”
Y esa percepción no surge de la nada. Surge de la falta de transparencia, de la opacidad de un sistema fiscal que no responde a criterios de equidad, sino de conveniencia política.

Como abogado, no puedo cambiar las leyes. Pero sí puedo explicar por qué existen y cómo afectan a las personas. Mi trabajo no es hacer que la ley sea menos dura, sino ayudar a entenderla. Porque solo entendiendo el Derecho podemos exigir un cambio.

¿Es justo lo que llamamos “Derecho”?

En una red profesional como esta, no hablo de anécdotas ni de temas triviales. Hablo de leyes, de quienes las hacen, de por qué las hacen y de cómo impactan en nuestras vidas. Porque detrás de cada norma hay intenciones, y detrás de cada intención hay consecuencias.

Si fuera ingeniero, hablaría de estructuras. Pero soy abogado, y mi materia prima son las normas que regulan nuestra convivencia. Si te indigna una ley, no te limites a exclamar “¡no hay derecho!” Reflexiona sobre el porqué del Derecho, quién lo escribe y, sobre todo, qué puedes hacer para cambiarlo.

La clienta de Barcelona, con su pregunta, no solo expresó indignación. Planteó algo mucho más profundo: ¿es el Derecho un reflejo de justicia o una herramienta de poder? Esa es una pregunta que todos deberíamos hacernos. Y, si la respuesta no nos satisface, tal vez sea hora de actuar.

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