Después de tanta automatización, tanta eficiencia, tanta tecnología disfrazada de progreso… al final descubrimos lo obvio: lo único que queda es lo humano. Es decir, cada uno diferente y único.
No la pose humana, no la marca personal ni la empatía de PowerPoint. No.
Lo humano de verdad: escuchar, acompañar, tocar, cuidar, comprender, conectar.
El futuro no será del programador que chatea con una IA para que programe por él. Ni del directivo que maquilla informes que nadie entiende. Ni del influencer que genera contenido insípido para mentes dormidas.
El futuro será del que sepa estar presente con otro ser humano.
Del que consuele a un enfermo.
De aquel que medie un conflicto con templanza.
De los que cuiden, del que sirva con dignidad, del que escuche sin prisa ni pantallas de por medio.
Del que mire a los ojos y diga: “Aquí estoy”.
Eso no se automatiza. No se codifica. No se sube a la nube.
Ese será el único oficio que quedará en pie cuando todo lo demás se haya mecanizado.
Y no importa si antes eras abogado, arquitecto, cocinero, comercial o parado de larga duración. Si sabes ser persona, tienes futuro.
Pero ojo: no se enseña en universidades, no se aprende en másteres.
Se forja en la vida real, en la adversidad, en el error, en la conciencia de tu pequeñez.
Y se transmite de humano a humano, no de pantalla a pantalla.
El oficio del futuro no está en Silicon Valley, ni en LinkedIn.
Está en recuperar lo más antiguo y lo más olvidado:
ser útil para otro ser humano sin necesidad de algoritmos ni atajos.
Y tú, ¿estás preparado para ese oficio?
«TRAGANDO SAPOS»
