Nada como caminar con los zapatos del otro, el refrán que mejor explica lo que verdaderamente significa la empatía.
Da miedo pensar en lo siguiente
¿Cómo pensaría y qué creencias tendría sobre cualquier cuestión si…?
- Estuviera postrado en una cama desde los 15 años por un accidente de moto.
- Hubiera nacido en el seno de una familia acomodada de Madrid o de Barcelona.
- Tuviera un trabajo que apenas me permite subsistir y tuviera a mi cargo una hija con una discapacidad severa y gran dependencia.
Da miedo, no sólo imaginarse cualquiera de estas situaciones, las cuales cada cual vive con naturalidad.
Quizás el miedo más profundo quizás sea que, por un momento, somos conscientes de que toda nuestra escala de valores y creencias sería diferente hasta tal punto que seríamos una persona distinta. Lo que en cierta manera significa nuestra eliminación, nuestro ego quedaría sustituido por otro muy distinto. Dentro del mismo cuerpo, sí, pero todas nuestras relaciones serían distintas, serían otras.
Para algunos, este ejercicio de imaginación puede llevarlos a pensar en qué cosas pueden sucederles dentro de cinco minutos o de cinco años que de igual manera arrasen con todo su sistema de creencias.
La esencia de la empatía
«Caminar con los zapatos del otro» es un llamado a la empatía, a la capacidad de comprender y sentir desde la perspectiva de otra persona. Esta idea, tan simple en apariencia, encierra una profundidad y una sabiduría inmensas que pueden transformar nuestra manera de relacionarnos con el mundo y con quienes nos rodean.
¿Cómo no vas a discutir con los demás si cada uno viene con su mochila de dolor?
Caminar con los zapatos del otro implica un ejercicio consciente de empatía, que nos invita a dejar de lado nuestros propios prejuicios y a ver el mundo desde una perspectiva ajena. Este acto de comprensión y compasión nos ayuda a conectar más profundamente con los demás, a entender sus luchas, sus miedos y sus alegrías.
Literatura, filosofía y psicología han explorado ampliamente este concepto. Por ejemplo, en la novela «Matar a un ruiseñor» de Harper Lee, Atticus Finch enseña a su hija Scout la importancia de la empatía al decirle:
«Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista… hasta que te metes en su piel y caminas con ella».
Esta cita encapsula la esencia de la empatía: no se trata solo de imaginarse en el lugar del otro, sino de vivir, aunque sea por un momento, sus experiencias y emociones.
El dolor se pasa, la cicatriz deja huella
Nuestras creencias y puntos de vista están profundamente moldeados por nuestras experiencias de vida. Las vivencias traumáticas, en particular, pueden tener un impacto duradero en cómo percibimos el mundo y en cómo interactuamos con los demás. Este fenómeno se refleja claramente en nuestras opiniones políticas, donde las experiencias personales pueden llevarnos a adoptar posturas rígidas y polarizadas.
En un entorno donde el debate político a menudo se reduce a simplificaciones y respuestas emocionales, es fundamental reconocer cómo nuestras experiencias condicionan nuestras creencias. La falta de consenso y el déficit cultural o de formación agravan esta situación, haciendo difícil escapar de un ciclo de discusión superficial.
La política y la falta de consenso
La discusión política contemporánea está marcada por una notable falta de consenso. Esto se debe en gran medida a un sistema educativo que no siempre fomenta el pensamiento crítico y a un sistema político y electoral que favorece la polarización. Las campañas políticas suelen explotar las emociones más básicas, manipulando miedos y esperanzas para ganar apoyo, en lugar de promover un diálogo informado y constructivo.
Esta dinámica se ve reflejada en la manera en que las experiencias traumáticas personales pueden ser utilizadas políticamente. En lugar de fomentar la empatía y el entendimiento, a menudo se exacerban las divisiones, perpetuando un ciclo de conflicto y desconfianza.
¡A ver, que vea tus zapatos!
Desde aquí no puedo ver tus zapatos, es una metáfora, está claro, pero hoy cuando me he puesto a escribir, he hecho ese ejercicio de mirar con compasión a quien quiera que seas que estés leyendo este post.
Es lo que hago cada día cuando atiendo a los clientes, sean nuevos o ya conocidos, con las historias tristes de siempre.
Me concentro, me olvido de mí, los observo, intento leer en su lenguaje no verbal qué sienten, y poco a poco lo intento averiguar. Y les pregunto cuál es el motivo de su dolor, frustración, rabia, preocupación,… y me lo cuentan y les escucho.
Y precisamente, eso:
escuchar, es la demostración de generosidad y de consideración (amor) más apreciada en este mundo, y mucho más en la era de la IA, además de que es condición sine qua non para poder resolver conflictos humanos.
La importancia de caminar con los zapatos del otro
Adoptar la práctica de «caminar con los zapatos del otro» no solo nos enriquece a nivel personal, sino que también tiene el potencial de transformar nuestras comunidades y nuestras sociedades. La empatía nos permite construir puentes donde antes había muros, facilitando la comprensión y la cooperación en lugar del conflicto y la división.
Cada vez que nos tomamos el tiempo para entender verdaderamente a otra persona, estamos dando un paso hacia un mundo más compasivo y justo. La empatía no es solo una virtud personal, sino una herramienta poderosa para el cambio social. En un mundo cada vez más polarizado, el acto de caminar con los zapatos del otro se convierte en una necesidad urgente y vital.