La gran mentira de la inteligencia media (2)

por Abel Marín
inteligencia

La ficción amable de la igualdad cognitiva. Cómo la corrección política ha hecho imposible decir en voz alta lo que todos piensan en silencio, la inteligencia no se reparte todos por igual.

Vivimos atrapados en una mentira elegante, revestida de buenas intenciones y frases motivacionales:

todos somos igual de válidos, cada uno tiene su inteligencia, todos tenemos talentos distintos.

 

Qué bonito. Qué reconfortante. Y qué falso.

Esa ficción amable ha conseguido algo asombroso: hacer que cualquier mención a la desigualdad intelectual suene a fascismo, aunque nadie sabe que con esa actitud ejercen el corporativismo ideológico, característica esencial del fascismo.

No importa si es verdad. No importa si es evidente. Lo importante es que no se diga. Porque decirlo ya es violencia. Porque pensarlo ya es soberbia.

“La corrección política ha convertido la verdad incómoda en delito de pensamiento.”

La democracia, entendida como sistema político, nos hizo iguales ante la ley.

Pero el igualitarismo, entendido como dogma emocional, ha degenerado en una religión que niega la realidad.

Hoy no se puede decir que alguien es más brillante que otro. No se puede decir que la mayoría es mediocre. Y mucho menos que hay una élite —ínfima— de verdaderos pensadores que empujan el mundo mientras el resto se deja llevar.

“Hemos confundido dignidad con rendimiento, y derechos con capacidades.”

¿Es mejor tener un cociente intelectual alto? No.

¿Hace eso más valiosa a una persona? Tampoco.

Pero negar que hay desigualdades cognitivas es tan absurdo como negar que hay diferencias físicas.

No todos corremos igual. No todos saltamos igual. ¿Por qué habríamos de pensar igual?

Porque admitirlo nos obligaría a asumir algo incómodo: que no todo el mundo puede opinar con el mismo peso, que no todo vale lo mismo, que no toda visión es igual de válida. Y eso, en tiempos de democracia emocional, es intolerable.

“La tiranía de la igualdad está en imponer que nadie puede destacar sin que parezca una agresión.”

Y nadie denuncia delito de odio por decir que la mayoría estamos por debajo de la media, y que esa media sube por unos pocos que son brillantes, porque se delatarían en su estupidez.

Y así vamos, nivelando por abajo, aplaudiendo la ignorancia si viene con una sonrisa, y crucificando la inteligencia si suena a juicio.

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