La catástrofe de la DANA en Valencia como reflejo de un sistema fallido: ineptocracia, partitocracia, incapacidad de gestionar una crisis, así es la política en España.
En estos días, España ha sido testigo de una tragedia que ha sacudido los cimientos de nuestra sociedad: la reciente catástrofe de la DANA en Valencia. A pesar de contar con la tecnología más avanzada del siglo XXI, hemos enfrentado la peor inundación de nuestra historia.
No deja de ser la gota fria de siempre con los peores gestores, pero en estos tiempos en los que se retuerce el lenguaje, se inventan palabras para engañarnos, en un tiempo en el que la verdadera emergencia es semántica y de valores.
¿Cómo es posible que, con todos los recursos a nuestro alcance, hayamos fallado tan estrepitosamente? La respuesta es sencilla y alarmante: la ineptitud y los comportamientos egoístas, carentes de la más mínima empatía de nuestra clase política.
Ajenos a la realidad de las personas. Ellos están a lo suyo
La DANA en Valencia: un Desastre Anunciado
Las predicciones meteorológicas habían advertido sobre la intensidad de la DANA. Los sistemas de alerta temprana funcionaron, pero la respuesta institucional fue lenta y descoordinada.
Mientras las aguas crecían y las personas perdían sus hogares y vidas, mientras pedía auxilio urgente, nuestros líderes políticos se enfrascaban en disputas partidistas, más preocupados por mantener su poder que por proteger a la ciudadanía.
La Ineptocracia en pleno esplendor
Este desastre no es un hecho aislado, sino un síntoma de la ineptocracia que gobierna nuestro país. Un sistema donde los menos capacitados toman las decisiones más críticas, y donde la mediocridad es recompensada. La partitocracia ha pervertido nuestras instituciones, convirtiéndolas en herramientas al servicio de una élite política desconectada de la realidad.
Un Sistema Legal perverso y cómplice
Nuestra estructura legal, en teoría diseñada para protegernos, ha sido manipulada para servir a intereses particulares. Leyes como la reciente Amnistía demuestran cómo se priorizan los acuerdos políticos sobre la justicia y la igualdad.
La falta de responsabilidades tras la catástrofe de la DANA es una evidencia más de esta perversión, donde nadie asume culpas y las consecuencias siempre recaen en el ciudadano común.
En un país normal, el Fiscal General del Estado y el Poder Judicial en tromba, deberían haber iniciado de oficio los procedimientos penales por la grave negligencia tanto en la obligación de protección de los ciudadanos como el grave y doloso incumplimiento con caracter de urgencia por la omisión de la obligación de socorro.
Pero nuestro Estado Autonómico, ideal para evadir responsabilidades de unos y de otros, y para vivir del cuento, lo impedirá.
Sin olvidar, que el propio Fiscal General del Estado, nombrado a dedo por el Gobierno, está imputado ante el Tribunal Supremo… sabe que pase lo que pase lo indultarán en el futuro.
Pero da igual, el Tribunal Contitucional es el salvador de última instancia de todos ellos.
Estado del Bienestar podrido, degenerado.
Lo que alguna vez fue un Estado del Bienestar pensado para garantizar la dignidad y seguridad de todos, se ha transformado en un sistema que protege únicamente a aquellos que viven del Estado y lo controlan.
La inversión en infraestructuras críticas se ha visto reducida, mientras se incrementan los gastos superfluos que benefician a unos pocos.
La DANA en Valencia ha expuesto la fragilidad de nuestras infraestructuras y la falta de preparación ante desastres, consecuencias directas de una mala gestión y prioridades distorsionadas.
Comportamientos egoístas y desconexión de la realidad
Es alarmante observar cómo, ante una crisis de tal magnitud, la clase política muestra comportamientos que rozan el egoísmo, priorizando su imagen y agenda personal sobre las necesidades urgentes de la población.
La empatía y el sentido de servicio público parecen haber desaparecido, reemplazados por una carrera constante por el poder y el control, ¡parásitos!
La necesidad de una respuesta ciudadana
Ante esta situación, es imperativo que la ciudadanía despierte y tome acción. No podemos seguir siendo espectadores pasivos mientras nuestro país es dirigido hacia el abismo por una élite inepta y desconectada.
Es hora de exigir transparencia, responsabilidad y competencia. La participación activa en los procesos democráticos y el cuestionamiento de las decisiones políticas son esenciales para revertir esta situación.
¿Conoces a alguien que conozcas personalmente que sea verdaderamente válido que se dedique la la política?
Esa pregunta suelo hacerla de forma recurrente. Y la respuesta es siempre la misma: no.
Nuestro sistema, y por desgracia nuestra cultura, parece que no solo desprecia el talento, sino que lo persigue y machaca a todo aquel que demuestre méritos o habilidades por encima de la media.
La puta envidia y los putos envidiosos que votan a los peores de entre ellos, es generalizado.
Por eso los que valen huyen de la política. Por ello mucha gente se abstiene, o vota con la nariz tapada.
Por ello los que no valen masacran a los que valen cuando intentan actuar en la política.
Una llamada de alerta a la Reflexión y a la Acción
La catástrofe de la DANA en Valencia no es solo un desastre natural, sino un espejo que refleja las fallas profundas de nuestro sistema político y social. La ineptocracia y la partitocracia han demostrado ser incapaces de protegernos, incluso con las herramientas y tecnologías más avanzadas disponibles.
Es nuestro deber como ciudadanos PENSAR DE FORMA CRÍTICA, exigir un cambio del sistema electoral partitocrático, reclamar un sistema que verdaderamente nos represente y proteja, que el diputado que te representa viva cerca de tu casa, que lo puedas conocer y preguntar, y trabajar juntos para reconstruir un Estado que sirva al bienestar de todos, no solo de unos pocos.
No podemos permitir que la ineptitud y el egoísmo sigan definiendo nuestro futuro.
La tragedia en Valencia debe ser un punto de inflexión. Una llamada de emergencia a replantear nuestras prioridades y reconstruir nuestras instituciones sobre los pilares de la competencia para ocupar puesto de getión pública, la justicia y el verdadero servicio público.