Vivimos en una sociedad donde lo importante ya no es quién eres, sino cómo te ven los demás. Subimos fotos filtradas, frases que no sentimos, momentos perfectos que no existen. Pero, en el fondo, todos sabemos la verdad: nos duele mirarnos al espejo. Porque detrás de cada sonrisa forzada hay miedos, problemas, complejos e inseguridades. Lo triste es que, al final, la imagen que proyectamos no nos representa, solo es un refugio frágil frente a la realidad.
Quizás a los que pasamos de los cincuenta años nos importe un carajo lo que opinen los demás. Es más, hasta disfrutamos de ser cuestionados con malas formas cuando expresamos, con respeto, opiniones que van contra la corriente de esta cultura «woke» que promueve mediocridad, vagancia y un absurdo histrionismo.
Pero no nos equivoquemos: la realidad siempre vuelve, y cuando lo hace, no pide permiso. Golpea con la fuerza de una depresión profunda, de una ruina económica o de un vacío existencial que no se llena con likes ni seguidores.
¿Involución?
Nos dicen que vivimos en una sociedad más avanzada, pero, ¿es eso cierto? Hemos cambiado el esfuerzo por la apariencia, la verdad por discursos vacíos, la libertad de expresión por el miedo al linchamiento digital. Manipulamos el lenguaje para acomodarnos, eliminamos las diferencias entre lo relevante y lo absurdo, y aplaudimos lo grotesco como si fuera arte. Y todo en nombre de un progreso que, en realidad, no es más que un espejismo.
En definitiva, una involución espiritual, y también intetectual. Es parte del plan: sentir en vez de pensar.
No, no somos más avanzados. Somos más frágiles, más ansiosos, más desconectados de lo que realmente importa. Hemos perdido valores fundamentales como el esfuerzo, la responsabilidad y el sentido común, mientras nos dejamos arrastrar por la marea de lo histriónico y lo efímero, y por qué no decirlo: el postureo.
Pero tranquilos, porque la realidad siempre pone las cosas en su sitio. Tarde o temprano, el sentido común da un zarpazo. Y cuando lo hace, no distingue entre ideologías, filtros de Instagram ni discursos. Nos recuerda que, por mucho que queramos escapar, la verdad sigue ahí, esperando a que dejemos de fingir y empecemos a vivir.
Así que, ¿has visto mi Insta? No importa. La verdadera pregunta es: ¿cuánto más vas a seguir mintiéndote a ti mismo?
Sergio, el personaje de la novela Tragando Sapos, jugó a eso de las apariencias, a sumarse al pensamiento de la mayoría, hasta que ésta lo destruyó, y sintió haber alimentado a la bestia que finalmente lo devoró.
Hay esperanza!!!
No obstante, no son pocas las personas que usan su repercusión mediática para mejorar el mundo, para compartir su conocimiento, para ayudar, para unirnos, para crecer.
Ellos nos dan esperanza.
¿superficialidad o profundidad?
Quizás te guste el VER el trailer del libro.