A menudo, la gente olvida un pequeño detalle de la historia universal: el Derecho Internacional no es más que un juego de equilibrios de poder militar.
No hay ley sin quien la haga cumplir, y eso, amigos, ha sido siempre cuestión de ejércitos, disuasión y fuerza bruta.
Es decir, quien tiene el poder militar impone las reglas del juego. Y si no, que se lo pregunten a cualquier civilización derrotada desde los tiempos de la Antigua Roma, o anteriores, hasta las guerras actuales.
¿Qué narices pinta España en este escenario? Si tenemos una fuerza militar pírrica.
Sabemos desde que Sun Tzu lo dejó escrito en el Arte de la Guerra, 𝘁𝗿𝗲𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗻 𝗳𝗮𝗹𝘁𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗴𝗮𝗻𝗮𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗴𝘂𝗲𝗿𝗿𝗮: 𝗱𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼, 𝗱𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼 𝘆 𝗱𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼.
Si no tenemos ni para los damnificados de la DANA, ¿no será mejor estar calladitos y empezar a ahorrar para lo que nos viene encima? Porque la Guerra Comercial ya ha empezado.
Permitidme tirar mano al nuestro refranero:
Quien a buen árbol de arrima, buena sombra le cobija
O dicho de otra manera, piensa bien a quién elijes como aliado militar.
Mientras nos distraemos con discursos pacifistas y resoluciones diplomáticas, la cruda verdad es que el mundo sigue funcionando exactamente igual que hace siglos: los países con capacidad de destrucción masiva dictan las condiciones, y los demás se alinean o intentan resistir… hasta que no pueden más.
Y ahora, con nuestra pancartas de No a la Guerra hemos alargado tres años el conflicto de Ucrania cuando a los pocos meses de su comienzo Rusia planteó un acuerdo, que Occidente consideró inaceptable, y Ucrania pico el cebo (ver).
El poder militar: la única ley que realmente importa
El Derecho Internacional es un conjunto de normas, sí. Pero, ¿quién se encarga de hacerlo cumplir? Nadie. Solo los más fuertes. La ONU puede emitir todas las resoluciones que quiera, pero sin una potencia que imponga sanciones (o ejércitos que lo respalden), no sirven de nada.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU., Rusia, China, Francia y Reino Unido) no son los árbitros imparciales del mundo, son las cinco naciones con los ejércitos más poderosos y capacidad nuclear. Y gracias a su derecho de veto, pueden bloquear cualquier resolución que no les convenga. ¿Justicia? No, simple y llana geopolítica armada.
La ilusión de los tratados internacionales
Nos encanta pensar que los acuerdos internacionales son la solución para evitar guerras, garantizar la paz y proteger los derechos humanos. No nos engañemos. Los tratados funcionan solo mientras sea conveniente para los firmantes.
Algunos ejemplos:
- El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) intenta evitar la expansión de armas nucleares… pero solo cinco países tienen derecho a tenerlas sin restricciones. ¿Qué pasó cuando Corea del Norte o Irán decidieron que querían entrar en el club? Sanciones, amenazas e incluso guerras preventivas.
- La Organización Mundial del Comercio (OMC) promueve el comercio global, pero si a Estados Unidos no le gusta cómo China subvenciona su industria, impone aranceles a su antojo.
- La Corte Penal Internacional dice juzgar crímenes de guerra, pero las grandes potencias ni siquiera reconocen su jurisdicción sobre sus propios actos.
En resumen: los acuerdos son solo una herramienta más en la caja de herramientas de los Estados poderosos. Si les conviene, los cumplen. Si no, los violan y siguen adelante.
El Consejo de Seguridad de la ONU: los amos del mundo
No hace falta ser un genio para ver que la ONU es un club privado donde cinco países deciden qué es legal y qué no.
Los cinco miembros permanentes son:
- EE.UU.: La máquina de guerra más avanzada del mundo. 11 portaaviones, 5.244 ojivas nucleares y una economía que financia su hegemonía militar sin límites.
- Rusia: Pese a su economía tambaleante, sigue siendo la mayor potencia nuclear con 5.889 ojivas y una influencia militar en varias regiones clave.
- China: Con la marina más grande del mundo y tecnología militar en rápido desarrollo, el único rival real de EE.UU. en el futuro cercano.
- Francia: Puede que no sea una superpotencia global, pero su arsenal nuclear (290 ojivas) y su proyección en África le dan un asiento en la mesa.
- Reino Unido: A pesar de su decadencia, sigue manteniendo una flota nuclear (unas 120 operativas) y un ejército tecnológicamente avanzado.
Países como India y Pakistán, superan el centenar de ojivas nucleares. Israel y Corea de Norte, que se desconoce realmente su capacidad, pero puede ser superior a la estimada.
Cualquier otro país que quiera cambiar el orden mundial sin la bendición de estos cinco será sancionado, aislado o, en el peor de los casos, bombardeado.
La guerra moderna: mucho más que soldados y tanques
Hoy en día, las guerras no solo se libran con armas convencionales. Los conflictos modernos incluyen guerra cibernética, control económico, inteligencia artificial y propaganda digital.
- Ciberataques: China, Rusia y EE.UU. llevan años infiltrándose en infraestructuras críticas de sus rivales.
- Bloqueos económicos: Rusia está bajo sanciones brutales desde la invasión a Ucrania, pero ha sobrevivido gracias a su alianza con China.
- Desinformación: Las redes sociales son ahora armas estratégicas para desestabilizar países desde dentro.
No hay orden sin fuerza
El mundo no es justo. Nunca lo ha sido. El Derecho Internacional es una herramienta útil, pero la realidad es que quien impone las reglas es quien tiene el poder militar para hacerlo cumplir.
Los Estados pequeños deben alinearse con una potencia o buscar mecanismos alternativos para su supervivencia. Y la gran pregunta para Europa, en particular, es: ¿puede seguir creyendo en un mundo basado en normas cuando las grandes potencias siguen imponiendo la ley del más fuerte?
Lo dicho: la paz mundial depende de un delicado equilibrio entre la diplomacia y el poder militar. Y, como siempre, quien no tenga capacidad de defenderse… será presa fácil en el tablero global.
¿Nos tragaremos este sapo? Ya te digo que sí (ver).
«Tragando sapos»