El miedo pesa

por Abel Marín

En la novela La partida, de Miguel Delibes, un padre le explica a su hijo que es el miedo de la siguiente manera:

– Dime ¿por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y cuando no sabe se hunde?

– El miedo pesa, hijo.

Oí hace poco a una persona que decía que el miedo a morir lo tienen las personas que no han hecho nada en la vida. No estoy totalmente de acuerdo, pero es cierto que si has vivido mucho e intensamente, más que miedo por la muerte, uno lo que siente es pena. Pena porque se termine este chollo que es vivir.

Tanto si es pena como si es miedo, cuanto menos mejor.

En estos días, finales de mis vacaciones, suelo dedicarlos para programar mi siguiente curso.  Aunque el año del calendario y el año fiscal comience el uno de enero, el ciclo más natural en nuestros tiempos es el de reincorporación tras la vacaciones.

Los que tenemos la gran suerte de dedicarnos a lo que nos gusta, no tenemos eso que llaman la depresión post vacacional, pero tenemos otra cosa peor: miedo al fracaso, ansiedad por continuar al más alto nivel que nos sea posible, y miedo a que nos aplaste la montaña de asuntos que pendientes de atender.

La mayoría de “miedos” son imaginarios y cada cual elige el que más de va. Hay de muchos tipos, pero todos tienen unos rasgos en común:

  • Suelen ser absurdos para todos menos para uno mismo.
  • Exageramos la gravedad de las consecuencias en caso de suceder el evento que tememos.
  • Las posibilidades de que suceda son muy bajas, casi inexistentes.

Sin embargo, nos suceden calamidades que ni por asomo nos esperábamos. A eso lo llamamos cisnes negros, que a pesar de que la gente cree que son eventos muy poco probables, más bien es al contrario, son recurrentes y, como todo en la vida, resultado de la ley de la causa y el efecto. Lo que sucede es que no los tenemos en cuenta, porque nuestro foco lo ponemos en nuestro miedos imaginarios, y por eso nos sorprenden.

El trabajo es secundario, no le tengas miedo.

Pero entre todos los miedos, a mi personalmente hay uno que me aterra por encima de todos. El miedo a no cumplir un sueño personal que además es posible, difícil de lograr pero posible.

Y estos días ando pensando en un sueño personal. Y sé que para cumplir mi sueño, necesito un plan. Porque un sueño debe convertirse en un objetivo para pasar de lo metafísico a lo físico. Vaya, para hacerlo realidad.

Todo objetivo necesita un plan.  Y todo plan debe tener plazos, fechas, hitos… Y debe ser medible cada hito o logro parcial.

El miedo paraliza.

Pero, miedo ¿a qué?

Creo que es miedo a no ser capaz de conseguirlo. Es posible que eso suceda, pero es más posible si no lo intento. De eso no hay duda, es una certeza.

Y lo más grave de todo, es que llevo más o menos un 30% ejecutado. La pandemia lo paralizó dramáticamente (qué buena excusa, ¿eh?), y parte del trabajo lo tengo que rehacer.

Quizás mientras lees estas palabras estás pensando en ese sueño que tienes, ya sea profesional o personal, si es así, me siento feliz de conseguir el objetivo de este post: auto motivarme y motivarte.

Los que dicen saber de eso de la mejora y crecimiento personal, aconsejan contarle a alguien de confianza tu objetivo y comprometerte a una fecha. 

Como no tengo confianza no voy a desvelar mi sueño, pero sí mi plazo, y será el 31 de diciembre.

Ay madre, lo que termino de hacer. Ahora sí que tengo miedo. Miedo a quedar mal delante de todos vosotros.

Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar. (Paulo Coelho)

Como mi sueño es posible, y lo es para mi, no puedo fracasar, y aunque saliera mal no me partiré la cabeza por salir de mi zona de seguridad, más bien la ampliaré.

Imagen de Drazen Zigic en Freepik

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