El día en que dejé de existir

por Abel Marín
pérdida de identidad digital

Una mañana como cualquier otra, fui al banco a verificar una transferencia. Al intentar ingresar, me informaron que no había registros de mi cuenta. Confundido, contacté a atención al cliente, pero ellos insistieron: «No existe ninguna cuenta a su nombre».

Intenté acceder a mi información en la Seguridad Social, pero tampoco había datos. Mi DNI había desaparecido del sistema. En un instante, dejé de existir para todas las instituciones que, hasta ese momento, me definían legalmente. Pérdida de mi identidad legal, no sólo digital.

Entré en pánico. El sistema que siempre había dado por sentado había colapsado en mi contra, haciéndome invisible. Sin cuentas bancarias, sin número de identificación, sin Seguridad Social, era como si nunca hubiera existido. Me pregunté: ¿qué significa realmente existir en el mundo actual? Dependemos de números y registros para vivir, pero ¿qué sucede cuando todo eso desaparece?

Por suerte, es ficción, pero ¿te las puesto en el papel?

La dependencia tecnológica y su fragilidad

Este relato no es simplemente una historia de ciencia ficción, sino una advertencia sobre lo frágil que es nuestra existencia legal y económica en un mundo digitalizado.

Nos hemos vuelto tan dependientes de sistemas tecnológicos que, cuando fallan, nos sumen en el caos. Sin embargo, el problema no reside solo en los sistemas, sino en la desconexión entre nuestra identidad y la realidad tangible.

La confianza ciega que depositamos en la tecnología y en las instituciones ha creado una sensación de seguridad que puede desmoronarse en un segundo. No estamos preparados para enfrentar un escenario en el que nuestros datos desaparecen, en el que dejamos de ser reconocidos por el sistema. Y eso es lo que más asusta: hemos entregado nuestra existencia legal a máquinas y sistemas que no siempre son infalibles.

Lecciones de identidad en la era digital

¿Qué podemos hacer ante esta vulnerabilidad? Debemos comenzar por reflexionar sobre nuestra dependencia de lo digital. Ser conscientes de que nuestra identidad va más allá de un conjunto de datos almacenados en una base de datos. No es que debamos renunciar a la tecnología, pero sí necesitamos cuestionar cómo la utilizamos y qué alternativas tenemos para preservar nuestra humanidad en un mundo tan digitalizado.

Finalmente, debemos recordar que nuestra identidad real no se limita a lo que está registrado en un banco o en la Seguridad Social. Somos más que esos números y registros, y, en última instancia, debemos proteger tanto nuestra integridad digital como nuestra humanidad.

Y ¿no crees que la progresiva desaparición del dinero físico es la antesala de nuesta anulación como ciudadanos?

Yo sí.

 

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