Emulando el concepto de cuenta emocional de Stephen Covey, creo que todos tenemos una cuenta que contabiliza nuestra reputación, unos actos suman, otros restan.
Suelo tener muy presente la sabia frase de Warren Buffett:
Se necesitan veinte años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla. Si piensas en eso, harás las cosas de manera diferente».
Historial de apuntes contables que forman tu reputación
Estoy barajando eliminar el feo hábito de apelar a mi edad como fundamento de conocimiento.
Recuerdo consejo que me dio mi profesor de filosofía en COU:
“sois jóvenes, los mayores os dirán que tienen años de experiencia, pero deberéis apelar preguntando: ¿tienes veinte años de experiencia o sólo uno repetido veinte años?”
Particularmente pienso que me queda mucho por aprender, pero esa experiencia, de alguna manera queda en forma de intuición. Cruzo los dedos para estar en lo cierto.
En cualquier caso, lo que es innegable es que a más edad, más apuntes contables en esa cuenta intangible de nuestra reputación.
Números rojos
Pero, cuidado, no sólo los mayores deben cuidar no tirar toda una vida de trayectoria profesional por una mala acción.
Si eres joven piensa que tu cuenta reputacional también puede entrar en números rojos, lastrarte para el resto de tu vida.
Interpretar el balance de la cuenta reputacional.
A lo que iba. Sea como sea, sumar años de acciones y omisiones van creando la imagen o reputación de cada uno de nosotros.
Hoy algunos creen haberlo inventado, lo llaman marca personal. Pero es la reputación de toda la vida, desde las primeras tribus de homínidos.
Digamos que es la expectativa que tiene el resto del grupo sobre cada individuo basado en sus actos anteriores. Ergo, a más años, más historial, más hechos que justifican la reputación de uno, sea mala, buena o regular.
Y en ese largo camino, compuesto por unos cuarenta millones de minutos, en unas cuantas breves ocasiones, en unos minutos, tu vida virará, hará un cambio de dirección o de rumbo que marcará el resto de tu vida.
Los estudios que decides cursar, la persona de la que te enamoras, el lugar que eliges para vivir, la empresa que abandonaste para emprender, el error que te arruinó, etc…
La mayoría de actos que realices sólo te afectarán a ti, pero otros afectarán a un grupo de personas mayor.
Todos intuíamos desde siempre que una mala noticia, un chisme mal intencionado se difundía más que una buena opinión. Hoy queda confirmado por la Big Data: uno a siete (1 a 7), es decir, un titular catastrofista, negativo, alarmante tiene siete veces más “clicks” que uno amistoso o bueno.
También ha quedado patente que el número de mediocres «malasombra», hoy llamados “haters” se encargan de arruinar a cualquiera que destaca, es bastante alto.
En consecuencia, hoy más que nunca debemos pensar más antes de actuar aunque sea por el qué dirán.
El amuleto
Te acecharán los sentimientos negativos como envidia, miedo, codicia, rencor, celos…
Otras veces será la ambición mal enfocada.
Sólo un valor te protegerá de todo ataque a tu reputación: la honestidad.
Si actuas honestamente todo el mundo lo valorará como algo que te honra, sea cual sea el resultado de tu acto.