El poder del relato: control de la opinión pública y la Historia

por Abel Marín
control del relato en la opinión pública

Vivimos en una era donde la información fluye a una velocidad vertiginosa. Internet y las redes sociales han democratizado la voz pública, permitiendo que cualquier individuo comparta sus pensamientos con el mundo. Sin embargo, esta misma herramienta que nos empodera también nos manipula, y lo que es más interesante, aterroriza a esos vividores que llamamos políticos, que se afanan por tener el control del relato en la opinión pública.

No digo nada nuevo; todo está inventado.

La historia nos muestra que el control del relato ha sido siempre una herramienta de poder.

Napoleón Bonaparte, por ejemplo, llevaba consigo imprentas portátiles durante sus campañas militares.

En la campaña de Egipto de 1798, utilizó estas imprentas para publicar boletines y proclamas en francés y árabe, dirigidas tanto a sus soldados como a la población local.

Para él, la difusión de sus logros y la propaganda eran tan esenciales que llegó a considerar que los periódicos y gacetas equivalían a un ejército de 3.000 hombres.

Controlar la información le permitía influir en la moral de sus tropas y en la percepción de la población.

Nuevo formato, viejo truco.

Hoy, aunque las herramientas han cambiado, la estrategia sigue siendo la misma.

Las redes sociales se han convertido en las nuevas imprentas portátiles, donde se libra una batalla constante por dominar la opinión pública.

Los políticos, conscientes de que millones de personas pueden destapar sus inmoralidades con un solo clic, intentan manipular el relato a su favor. Por eso legislan en contra de la liberdad de expresión, para amordazar a la prensa libre y los libres que pensamos.

Pero, al igual que en tiempos de Napoleón, también buscan controlar y censurar la información que les es desfavorable.

Por eso no quieren que aprendas Historia (ni Filosofía)

El desconocimiento de la Historia de la Humanidad nos deja vulnerables ante el abuso de los poderosos.  Si no aprendemos de las lecciones del pasado, estamos condenados no entender el presente.

Si a ello le sumamos nuestra pérdida de pensar de forma crítica, de poner en duda, vaya, lo que nos pocura el estudio de la filosofía, el riesgo de una dispopía totalitaria es muy real.

Es crucial ser conscientes de cómo se maneja la información y cuestionar constantemente las narrativas que se nos presentan. Solo así podremos evitar ser peones en el juego de aquellos que buscan manipularnos para mantener su poder.

La resistencia al control del relato en la opinión pública es el motivo por el que he escrito mi novela «Tragando sapos», contra la censura, una novela políticamente incorrecta, pero socialmente necesaria (ver).

Libro Tragando Sapos
Tragando sapos

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