Hace unos días, comprando en el súper habitual, mi mujer me recordó que me había quedado sin espuma de afeitar.
Cuando llegué al lineal, no lo dudé, hacía tiempo que no lo veía en las estanterías: LEA. Y no sólo compré la espuma, sino también el jabón para brocha.
Lo hice por dos poderosos motivos que espero no olvidar, y brevemente os cuento el por qué…
Mis recuerdos de la infancia.
Me vinieron las imágenes de mi abuelo y de mi padre, afeitándose. Mi abuelo en el porche, porxà en valencià, porque en su casa de pueblo tenía por costumbre afeitarse allí, junto a sus herramientas de carpintero, y sus jaulas con canarios y periquitos.
Y yo de niño mirando con atención el ritual matutino de los hombres de la casa. Admirando como con un poco de agua y una brocha se masajeaban la cara produciendo abundante espuma, mucha espuma. Y oliendo ese aroma tan característico del jabón. ¡Ay! Ese olor, esos momentos.
Creo que somos millones de españoles los que compartimos recuerdos similares. Espero que, como en mi caso, con cariño y emoción.
Aquel porche de mi abuelo era un lugar mágico, no había juguetes, sino algo mucho mejor. A mi entera disposición tenía las herramientas de mi abuelo: martillos, alicates, clavos, tornillos, etc. Y abundantes trozos de tablas de madera, de muchos tamaños. Y olor a taller mezclado con alpiste.
Espadas de madera, escudos, y muchas otras creaciones llenaban mis horas pero las vivía como si el tiempo se detuviera.
Cuando llegué a casa saqué la brocha para volver disfrutar del ritual, y de ser consciente de que si me afeito de forma automática, me pierdo lo mejor, prestar atención a la vez de viajar en el tiempo.
Pero hay otra Historia que también influyó en mi decisión.
LEA es el producto de una histórica empresa española, de Vitoria, con una historia de 201 años. La marca LEA son las siglas del acrónimo La Estrella Alavesa, y ahí está.
Lo único que está en mi mano para que siga siendo así es comprar sus productos.
Miles de industrias de todo tipo han ido cerrando o siendo adquiridas por multinacionales, en unos casos conservando la marca y la producción (como SEAT), en muchos otros sin lo uno o sin lo otro. Como la otra marca de productos de afeitado, La Toja, propiedad de la multinacional Henkel.
Consumo responsable y consciente
Eso del consumo resposable suele ser más una estrategia de marketing centrada en la ecología, y en el concepto de sostenibilidad.
Pero a mí me gustaría añadir la consciencia, pensar con más profundidad.
Tenemos mucho más poder como consumidores que como votantes.
Entre 8.000 millones de personas, tendemos a pensar que nada podemos hacer para cambiar las cosas a mejor. Y puede que sea cierto…
O quizás no tanto. Si decides comprar en los negocios más próximos a tu domicilio favorecerás que tu entorno más directo sea más próspero, y créeme: es mejor que a tu vecino le vaya bien. Eso no se consigue sólo deseándolo, sino actuando. El karma no es mistico, sino científico (ver) y en este caso, medible con dinero contante y sonante.
No estoy diciendo que compres más caro por chovinismo, ni que comportes como un si estuvieras defendiendo tu minúscula aldea gala contra el poderoso Imperio Romano, sino que seas consciente de los efectos de tu consumo, valorar si es responsable, y sobre todo si está alineado verdaderamente con tus intereses y tus valores.
El 48,8% de las acciones cotizadas están en manos de inversores internacionales, es decir, que en realidad 𝗵𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘃𝗲𝗻𝗱𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗽𝗮𝗶́𝘀 𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗮 𝗽𝗼𝗰𝗼, de forma inconsciente, y además con una deuda como la actual, se puede decir, que 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗹𝗼𝘀 𝗶𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗶𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗼 𝗽𝗮𝗶́𝘀, no los dueños de nuestro suelo, 𝗽𝘂𝗲𝘀 𝗲𝗹 𝗽𝗮𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗲𝘀𝗲𝘀 𝗲𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗽𝗮𝗴𝗮𝗿 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗻𝘁𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗹𝗲𝗿.
Nuestros bancos están, de facto, en manos de fondos de capital extranjero, su españolidad es más de imagen que de propiedad.
Uno empieza comprando Levi’s en vez de Lois, Willians en vez de LEA, Calvin Klein vez de Ferris o Abaderado, y termina como estamos hoy, de prestado.
Lo estamos pagando ya, y lo pagaremos mucho más.
Espero que te haya gustado mi reflexión.