El gran rejonazo fiscal: impuestos, tasas y precios públicos, el saqueo que nadie ve

por Abel Marín
rejonazo fiscal

Ciudadanos o ganado: la gran ilusión del contribuyente

Imagina un gran cortijo donde los animales creen que son libres. Se pasean, mugen y pacen confiados, creyendo que son dueños de su destino. Pero lo que no saben es que hay un amo que los engorda, los marca y los sacrifica cuando más le conviene. Algunos tienen la ilusión de ser toros de lidia, con una vida más gloriosa y un final más vistoso, pero la mayoría ni siquiera llegan a eso. Son vacas de ordeño, bueyes que arrastran el arado, ganado anónimo y dócil, nacido para ser esquilmado en silencio.

Así es el sistema tributario: una estructura diseñada no para servir al ciudadano, sino para exprimirlo mientras le hace creer que es un miembro respetado de la sociedad. ¿El problema? Que la mayoría de la gente no tiene ni la menor idea de cómo funciona este saqueo institucionalizado.

Impuestos visibles, impuestos invisibles: el arte de la confiscación

Cuando se habla de impuestos, la mayoría piensa en el IRPF, en el IVA, en el Impuesto de Sociedades. Y sí, estos son una losa pesada sobre el trabajador, el autónomo y la empresa. Pero eso es solo la primera capa del expolio. Hay muchos más tributos, ocultos bajo nombres asépticos y técnicas de recaudación solapadas, que nos desangran poco a poco sin que nos demos cuenta.

El impuesto al trabajo: las cotizaciones sociales

Uno de los mayores fraudes de nuestro sistema es el impuesto al empleo, que se oculta bajo el eufemismo de «cotizaciones sociales». Te dicen que es dinero que «te lo guardan para el futuro», pero lo cierto es que desaparece en el mismo momento en que lo pagas. Estas cotizaciones encarecen el coste de contratar a alguien, destruyen empleo y reducen los salarios reales. Y aún así, cuando llega la jubilación, te dicen que «el sistema está en riesgo» y que «habrá que tomar medidas». ¡Nos toman por idiotas!

Impuestos especiales: cuando la necesidad se convierte en privilegio

Los impuestos sobre combustibles, electricidad, alcohol y tabaco son otro agujero negro de la recaudación. Son de los más fáciles de cobrar porque se esconden en el precio final del producto. ¿Te parece que la luz está cara? Más del 50% de lo que pagas en tu factura son impuestos. ¿El combustible? Casi un 60%. ¿Te tomas una cerveza en el bar? Pues un porcentaje significativo se lo lleva el Estado. Y lo mejor es que estos impuestos no son progresivos: afectan a todos por igual, golpeando con más fuerza a los que menos tienen.

Tasas y precios públicos: el gran atraco silencioso

Pero el verdadero rejonazo fiscal viene con las tasas y los precios públicos, que la mayoría ni siquiera sabe que existen. Son tributos camuflados, que se pagan al margen de los impuestos generales, y que están diseñados para ser invisibles al ciudadano común.

  • Tasas municipales: desde la recogida de basuras hasta el aparcamiento en la calle, pasando por tasas sobre vados, licencias de obra, emisión de documentos, inspecciones sanitarias y un sinfín de conceptos absurdos.
  • Tasas autonómicas: sobre agua, residuos, actividades económicas, sanidad, educación y prácticamente cualquier cosa que las comunidades autónomas inventen para recaudar sin subir impuestos directamente.
  • Precios públicos: desde la matrícula universitaria hasta la sanidad «gratuita». Pagas impuestos para sostener los servicios, pero luego te cobran por usarlos.

Todo esto forma un entramado fiscal opaco e inabarcable, diseñado para que el ciudadano nunca sepa cuánto está pagando en realidad. 

Pero de igual manera que no sabías que hay una ley que regula las tasas y precios públicos, imagina cuantas manera hay para saquearnos con impunidad. Otro día hablaremos de la empresas públicas.

El espectáculo de la recaudación: la plaza llena y la muleta bien manejada

El Estado, como buen torero, maneja la muleta con maestría. No solo te exprime, sino que lo hace con gracia, haciéndote creer que es por tu bien. Nos dicen que «los impuestos son el precio que pagamos por la civilización», pero lo cierto es que son el precio que pagamos por un sistema voraz, ineficiente y corrupto, que se alimenta de nuestro esfuerzo y nos da migajas a cambio.

Mientras tanto, seguimos en la plaza, sin saber si somos el toro de lidia o simplemente una res anónima en el matadero. Porque al final, la única diferencia entre un contribuyente y un toro es que al toro, al menos, lo matan solo una vez.

¿Te tragarás ese sapo? (ver).

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