Thomas Cowan y la censura científica: ¿qué ocurre cuando la ciencia desafía los dogmas?

por Abel Marín
censura científica

La censura científica mata. La expulsión de la comunidad médica por cuestionar el paradigma.

Me decido a escribir estas líneas porque he sido censurado o cuestionado al compartir en una red social la interesante teoría del doctor Thomas Cowan. Pues oigan, me parece cuanto menos digna de ser escuchada.

Se trata de un médico norteamericano con décadas de experiencia, ha renunciado de la comunidad médica su persecución al atreverse a formular una hipótesis incómoda: la relación entre la expansión de las frecuencias electromagnéticas y los brotes de enfermedades virales. No hablamos de un conspiranoico cualquiera, sino de un profesional que ha analizado patrones históricos y ha intentado abrir un debate científico que ha sido fulminantemente silenciado.

Su idea es simple pero perturbadora: los cambios en los campos electromagnéticos afectan a la biología humana y pueden estar relacionados con la aparición de ciertos virus. Para Cowan, la historia ofrece pistas inquietantes: cada gran avance en telecomunicaciones ha coincidido con pandemias o nuevos brotes de enfermedades. Desde la introducción de la radio hasta la proliferación del 5G, él sugiere que la exposición a nuevas ondas electromagnéticas podría generar alteraciones en el organismo que los virus expresan como reacción de adaptación celular.Real Decreto influencers censura

Sin embargo, esta teoría ha sido descartada con rapidez por la comunidad científica, al punto de provocar su exclusión del gremio médico. ¿Por qué no se permite un debate abierto? ¿Por qué la medicina se cierra a discutir cualquier relación entre tecnología y salud cuando la historia nos muestra ejemplos de errores similares?

Cuando la ciencia tarda en rectificar

Esto no sería la primera vez que una postura médica «oficial» termina revisándose con el tiempo. Hay precedentes claros en los que el consenso científico fue cambiando, aunque décadas más tarde, cuando los intereses económicos y políticos ya no pudieron sostener lo insostenible.

  1. La homosexualidad como enfermedad psiquiátrica
    En 1973, los miembros de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría votaron a favor de eliminar la homosexualidad del DSM como una enfermedad. Sin embargo, no fue hasta 1987 cuando desapareció completamente del manual psiquiátrico. La OMS tardó aún más: hasta 1990 no dejó de considerarla una patología. Durante décadas, innumerables «estudios científicos» validaron su clasificación como enfermedad. Hoy nos parece cavernícola, ¿verdad?
  2. El plomo en pinturas y tuberías
    Hoy sabemos que el plomo es altamente tóxico, pero en España no se prohibió en pinturas hasta 1988 y en tuberías hasta 1975. Pese a su prohibición, siguió comercializándose hasta 1993. Nadie cuestionaba su uso antes de eso, y quienes advertían sobre sus peligros los tachaban de alarmistas.
  3. El tabaco y la industria médica
    Durante gran parte del siglo XX, hubo médicos que afirmaban que fumar no solo no era perjudicial, sino que tenía ciertos beneficios. La industria tabacalera financió estudios para mantener su negocio, y quienes decían lo contrario los ridiculizaban.

Entonces, ¿por qué debería ser diferente con la tecnología inalámbrica?

¿Quién renunciará al WiFi? ¿Quién se atreve a cuestionar el negocio del siglo?

Nadie. Yo tampoco. Nadie quiere renunciar a su móvil, al WiFi, ni al gran negocio de la inteligencia artificial. La tecnología ha cambiado nuestras vidas para bien y para mal, y el desarrollo siempre tiene un precio. Pero eso no significa que sea inocua.

La ciencia no inventa, descubre. La invención es la tecnología aplicada al conocimiento científico. Pero no olvidemos que en la historia abundan los casos de científicos que ridiculizados, perseguidos y condenados antes de que el tiempo les diera la razón.

Galileo fue sentenciado por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol. Copérnico tardó siglos en ser aceptado. Y hoy, cualquier debate sobre los efectos biológicos de las frecuencias electromagnéticas se considera «herejía científica».

El tiempo dirá si Thomas Cowan es otro Galileo. Por ahora, lo han mandado a la hoguera.

 

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