Nos encontramos atrapados en una paradoja democrática. Votamos, no porque confiemos plenamente en los candidatos, sino porque elegimos al que menos nos repele. Y a ellos les repele oir de meritocracia en la democracia.
Esa sensación de frustración se extiende en nuestras conversaciones cotidianas, en las redes sociales y, a veces, en las reuniones de vecinos. Si gestionar una comunidad de 50 viviendas ya resulta un desafío titánico, imaginar una sociedad entera es un ejercicio de desolación. Sin embargo, no podemos permitirnos la resignación.
Un sistema diseñado para el desencanto
La democracia, tal como la conocemos, ha perdido su esencia. La participación ciudadana se ha reducido al acto de votar cada cuatro años, sin un verdadero sentido de involucramiento en la toma de decisiones. Como bien señaló Thalie en un comentario reciente en este blog, Platón ya advertía en la Antigua Grecia de los riesgos del sufragio universal en manos de una ciudadanía ignorante o desinformada.
El problema no es el sufragio en sí, sino el contexto en el que se ejerce. Hoy, las masas carecen de la formación y el acceso a información veraz que les permita tomar decisiones fundamentadas. Se nos ofrece una ilusión de elección en un sistema donde el conocimiento crítico es escaso y la mediocridad, tanto en la oferta política como en el debate social, se ha normalizado.
La meritocracia como horizonte
Como bien apuntaba una persona en un comentario a un post anterior, la solución no pasa por eliminar la democracia, sino por transformarla. Y esa transformación comienza con dos pilares fundamentales:
- Educación cívica y pensamiento crítico
Una ciudadanía formada es una ciudadanía libre. Es urgente implementar una reforma educativa que fomente el pensamiento crítico, la lógica y la capacidad de análisis político desde edades tempranas. Sin estas herramientas, el voto seguirá siendo una apuesta emocional y no una decisión consciente. - Especialistas al mando
Gobernar no es una tarea que deba confiarse al azar ni al simple carisma de un candidato. Como dice el refrán, «Zapatero a tus zapatos». Necesitamos líderes y equipos capacitados, con experiencia y conocimientos sólidos, que puedan manejar con sensatez y prudencia las complejidades de una sociedad moderna.
Pero llegar a esta meritocracia no será fácil en una falsa democracia, pues es una partitocracia. Como sociedad, estamos sumidos en una apatía alimentada por el marxismo cultural disfrazado de cultura woke, que glorifica la mediocridad y destruye cualquier intento de excelencia.
El desafío del presente
¿Podemos cambiar? Sí, pero el camino será largo y duro. Es cierto que España está en los últimos puestos en índices educativos entre los países desarrollados, pero eso no debe ser excusa para la inacción. Al contrario, debe ser el impulso para empezar desde la base, formando ciudadanos conscientes y responsables.
El sistema actual necesita un cambio profundo, pero para ello debemos hacer algo más que votar. Debemos demandar una reforma real que incluya procesos transparentes, líderes preparados y una ciudadanía activa y comprometida.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos?
Sí, seguimos votando al que menos asco nos da, pero no porque nos resignemos, sino porque creemos en la posibilidad del cambio. Porque aunque hoy las opciones sean limitadas, no podemos abandonar la lucha por un sistema mejor.
A quienes leen esto, os pregunto: ¿estáis dispuestos a transformar la frustración en acción? ¿A construir la meritocracia y el pensamiento crítico desde la base?
Hablando en plata sobre la meritocracia versus democracia: Si vamos cien personas volando en avión el piloto sufre un infarto en pleno vuelo ¿quién debe sustituirle? ¿el más votado o el más capacitado?
Si tienes ideas o quieres debatir sobre este tema, hazmelo saber. Este blog está abierto para cuestionar, reflexionar y construir juntos.
Porque, aunque gobernar sea complicado, estamos seguros de una cosa: ganas de mandar a muchos políticos a su casa no nos faltan.
2 comentarios
Ya lo decía Friedrich von Hayek en su libro Camino de Servidumbre en su capitulo «Por qué los peores se colocan a la cabeza». Si estamos acostumbrados a elegir a los que nos gobiernan entre los mentirosos, los embaucadores, los mafiosos o los que no tienen escrúpulos, ganará aquél que es el mejor en lo suyo. ¿Cómo podría ganar en un juego así alguien honrado, franco y sincero? La solución pasa por estudiar más, al menos leer más, y como punto de partida para este tema el clásico que mencionado.
Gracias por comentar. Eso de leer y salir de tu pequeño circulo opinadores es esencial porque según dijo Cerventes: «el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho»